Ceferino Namuncurá: el santo indio

Un día como hoy, nacía el hijo del señor de las pampas y príncipe de los guerreros. Se trata del primer indígena en ser reconocido por la Iglesia Católica: el Papa Benedicto XVI lo beatificó en 2007, pero el pueblo patagónico lo declaró como «su santito» medio siglo antes.

La historia de Ceferino Namuncurá está atravesada por la Conquista del Desierto, los procesos de evangelización y la tensión entre la cultura occidental y los pueblos originarios. Sin embargo logró convertirse en el primer argentino mapuche, reconocido como beato por la Iglesia Católica.

¿Quién fue Ceferino Namuncurá?

Namuncurá, en mapudungun, la lengua originaria del pueblo mapuche, significa “pie de piedra”, lo que se asocia al temperamento seguro y tenaz de la familia Namuncurá.

Ceferino nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, Río Negro, territorio habitado por araucanos/mapuches y tehuelches. Su abuelo fue el reconocido cacique Juan Cafulcurá y su padre, Manuel Namuncurá, un célebre líder mapuche. Ambos lucharon contra las fuerzas del Ejército Argentino, comandado por Julio Argentino Roca. En ese momento, lo que hoy conocemos como la República Argentina era un territorio en disputa, donde las violentas campañas militares -entre 1879 y 1884- terminaron diezamando y expulsando de sus tierras a los pueblos indígenas.

Manuel Namuncurá perdió el dominio de sus tierras en 1885 y, un año después -cuando todavía su pueblo no había sido desplazado por completo-, nació Ceferino. En 1894, Manuel Namuncurá viajó a Buenos Aires a defender sus derechos ante el presidente de la Nación, Luis Sáenz Peña. Reclamó los títulos de propiedad de la tierra para su pueblo. El Congreso le prometió ocho leguas en Chimpay que nunca le otorgaron.

Ceferino, testigo de la impotencia y angustia de su padre, lloraba al ver la miserable condición en la que se encontraba su comunidad, por lo que le propuso al cacique:

«¡Cómo nos encontramos después de haber sido dueños de esta tierra! Ahora nos encontramos sin amparo. ¿Por qué no me llevas a Buenos Aires a estudiar? Y yo podré estudiar y ser un día útil a mi raza”.

Ceferino Namuncurá, junto a su padre lonco Manuel Namuncurá -en uniforme del ejército nacional- y a su hermano Julián (1903). Fuente: Archivo General de la Nación.

La investigadora María Andrea Nicoletti describe en «Ceferino Namuncurá, un indígena ‘virtuoso'» que «el destino posible de los sobrevivientes de las comunidades sometidas de la Patagonia se dirimía entre el ingreso al ejército, la incorporación al servicio doméstico o la deportación como mano de obra barata, con el consecuente desmembramiento de las familias».

Los Namununcurá no se salvaron de esa imposición. Manuel aceptó la sugerencia de su hijo y lo envío a Buenos Aires. Como Ceferino era hijo de un cacique, su primer destino fue la Escuela de la Armada, donde no logró adaptarse y, tras la intervención del presidente Sáenz Peña, Ceferino fue enviado a un colegio salesiano.

Ceferino y los salesianos

La historia de Ceferino y los religiosos salesianos comenzó cuando vivía en Chimpay. En esa época, la Iglesia Católica ya había comenzado con su misión evangelizadora. En una de sus excursiones misioneras, los padres salesiano de la orden de Don Bosco llegaron a Chimpay y bautizaron a Ceferino, de ocho años de edad.

Años más tarde, el destino impuesto a Ceferino lo encontró en el Colegio Salesiano de Buenos Aires donde, además de ser compañero de estudios de Carlos Gardel, inició su camino hacia el sacerdocio.

En 1901, tras cuatro años de estudio, su salud comenzó a deteriorarse. Ceferino sufrió de un fuerte malestar en los pulmones por lo que los salesianos lo trasladaron a otra sede del Colegio, ubicada en Viedma, donde las condiciones climáticas eran más favorables para su salud. Ceferino se instaló allí junto con su guía espiritual, el Monseñor Cagliero, aunque su padecimiento no mejoró. La tuberculosis lo había enfermado de manera irreversible.

En abril de 1904, monseñor Cagliero es nombrado arzobispo y llamado a Roma por el Papa Pío X. Pese a su enfermedad, Ceferino viajó con él. En agosto de ese año, desembarcaron en Roma y se entrevistaron con el Papa, a quien Ceferino le regaló un poncho de lana de guanaco.

En sus cartas y testimonios compilados por su primer biógrafo, Luis Pedemonte, Ceferino manifestó su voluntad de volver a sus tierras como orgullo a su identidad mapuche. Pedemonte narra que cuando la gente en Italia lo miraba con extrañeza por su aspecto, Ceferino afirmaba: «Sí, soy americano y además, de la Patagonia».

Al año de haber comenzado sus estudios, Ceferino fue internado en el Hospital Fatebenefratelli.  Conciente de que iba a morir, el 21 de abril de 1905 le escribió a su padre: «Le agradezco su gran resignación de sacrificar años sin vemos. En cuanto a mis estudios, resultan bien, pero la salud me impidió continuar … Cuando esté mejor me prepararé para volver a Buenos Aires y de allí a Viedma. En otras cartas le daré noticias más claras … Mil besos y abrazos. Querido papá, le pido su paternal bendición y créame su afectísimo hijo que desea abrazarlo».

Ceferino murió finalmente a los 20 días de haber escrito esa carta, durante la mañana del 11 de mayo, a los 18 años de edad.

Foto: Santos y mártires.

El santo criollo

En 2007, una junta médica del Vaticano consideró que la curación de Valeria Herrera, de 24 años, fue un milagro por la intercesión de Ceferino Namuncurá. La joven padecía cáncer de útero y sus familiares le encomendaron su sanación a Ceferino. Valeria se curó y pudo tener hijos. Este fue el antecedente que se tuvo en cuenta para su beatificación.

En la Patagonia, Ceferino es el santo más popular de todos. Desde hace medio siglo que sus devotos reparten estampitas y le construyen altares. Todos los 26 de agosto, día de su nacimiento, una multitud se reúne en Chimpay, donde realizan procesión, celebran una misa en su memoria y la ceremonia se convierte en una fiesta popular.

Fuente: Ministerio de Cultura Argentina

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